Las predicciones lanzadas hace unos años cuantos, en las que se decía que los libros impresos acabarían desapareciendo, eran un poco erróneas y bien exageradas si encontramos cifras como las que tenemos hoy entre manos. Lo que sí que parece es que tanto los digitales como los impresos se pueden llevar muy bien para distintos motivos y necesidades de los lectores.
Y es que ya el año pasado apareció el primer signo del cambio en lo relacionado a las ventas de libros impresos desde un 2007 en el que se quedó estancado, para saber incluso que las ventas de libros digitales han caído por primera vez desde 2011. Este aumento se debe a como las librerías también han sido capaces de adaptarse a los nuevos tiempos con ofertas y variedad de servicios.
Un ejemplo de ello puede ser una librería independiente en Londres en la que se ofrece a sus clientes un servicio personalizado. En este espacio se ofrece café y alcohol, y tienen eventos y citas especiales con autores para así animar a que una librería se convierta en un sitio especial para la cultura. Ya comenté hace unos meses como las librerías independientes son capaces de sobrevivir ante esta era digital.
La diversificación de servicios es parte del éxito de este tipo de librerías en las que muchos de sus clientes prefieren comprar en persona en vez de realizar esas adquisiciones de forma online. Digamos, que se toman el placer de tomar el libro en su mano, sentirlo y adquirirlo finalmente.
También los editores están poniendo un poco de lo suyo para que los libros tengan diseños más creativos, algo a lo que responden rápidamente los clientes. Y termino con la cifra que seguramente queréis conocer, y es que en este año se han vendido 85 millones de libros impresos, lo que es 4,3 millones de títulos más que el año pasado.